jueves, 31 de julio de 2014

SOBRE EL NOMBRE DE LA CIUDAD IBÉRICA Y ROMANA DE VILLAJOYOSA Y LA UBICACIÓN DEL TOPÓNIMO ALONÍS/ALONAI/ALLON. 4ª PARTE



4ª PARTE

LVCENTVM XXV, 2006

SOBRE EL NOMBRE DE LA CIUDAD IBÉRICA Y ROMANA DE VILLAJOYOSA Y LA UBICACIÓN DEL TOPÓNIMO ALONÍS/ALONAI/ALLON
Antonio Espinosa Ruiz
Área Municipal de Arqueología, Etnografía y Museos de Villajoyosa
Área de Arqueología, Universidad de Alicante

En la primera parte de este artículo, el autor presenta un resumen del mismo, revisando la argumentación que en su día realizó en su Tesis doctoral.


El municipium es considerado como una de las fórmulas más acabadas que Roma creó para su aplicación en las provincias occidentales –esencialmente en las africanas y en las hispanas­–. En Lusitania hay yacimientos, poco importantes arqueológicamente, que tienen categoría municipal, mientras que otros, con decenas de inscripciones, esperan eternamente esta consagración, lo que llevó a P. le Roux (1990, 36) a afirmar que el estatuto municipal se concedió sin rigor y al azar. Según este autor, tanto en Lusitania como en Hispania algunas ciudades mencionadas como civitas o res pública no han dado pruebas de su rango municipal: nada autorizaría, por tanto, a establecer una relación causa-efecto automática entre ambos fenómenos. La mayor parte de las ciudades de la Galia no tuvieron otro estatuto que el de civitas, y sin embargo poseyeron duoviri, flamines, foro e incluso edificios de espectáculos. En Irni, por ejemplo, había un teatro y un senado local antes de su promoción a municipium en época Flavia. Según este investigador, el hecho de pertenecer a la tribu Quirina no tiene más significado que el cronológico, como prueba de que la ciudadanía fue obtenida con posterioridad al beneficium de Vespasiano, pero no indica necesariamente un municipium, dado que, en una ciudad con derecho latino no municipal, era necesario inscribir también a los nuevos ciudadanos en alguna tribu. Para identificar a un municipium hace falta, según Le Roux, encontrar explícitamente el propio término en la epigrafía (éste no es por el momento nuestro caso). Concluye este autor afirmando que el estatuto de oppidum Latinum constituía por sí mismo un reconocimiento político honorable, y que sin su existencia previa no había municipalización posible (Le Roux, 1990, 40-43).
De cualquier manera, hecha esta puntualización, se puede considerar esencialmente correcto utilizar el término municipium para el núcleo de Villajoyosa (vid. Espinosa, 1996, 735- 736). La arqueología y la epigrafía demuestran que se trata de una población privilegiada en el contexto regional (a la altura de las vecinas Dianium o Lucentum), con magistrados (conocemos  un duumvir que fue también flamen), edificios públicos (un macellum del que se conserva un epígrafe, e indirectamente un foro –en el que se debía encontrar, probablemente, el pedestal de Q. Manlio Celsino– y un templo dedicado al culto imperial –por la mención del flamen–), construcciones monumentales (un gran depósito hidráulico de dos millones de litros en la partida de Torres, la torre funeraria de Sant Josep, el recientemente descubierto monumento de sillería de l’Almiserà o las termas monumentales de sillería que están saliendo a la luz en la calle Canalejas –sin duda ubicadas en un contexto urbano–), un denso poblamiento altoimperial con numerosas villae suburbanas y rústicas, un destacado puerto marítimo con una gran área de almacenes costeros en la plaça de Sant Pere y otras características de las ciudades con estatuto jurídico. Lo realmente importante es la posesión de una categoría urbana, con todas sus implicaciones, que en el caso del enclave romano de Villajoyosa nadie duda.
El propio tipo de pedestal, pesado, honorífico, suele ser indicativo –como decimos– de la existencia de una ciudad con categoría jurídica, puesto que solían colocarse en lugares públicos urbanos, mientras que las placas funerarias, a veces con texto muy similar, pueden aparecer también en villae rusticae o incluso en el territorium de una ciudad distinta a la del homenajeado (vid. Puerta y Stylow, 1985, 229 ss.).
Sobre este pedestal se ha discutido la cuestión de una línea actualmente perdida, la cuarta, en la que el CIL (II 3571, 958) recoge la información del llamado Anonymus Montfauconii, desarrollándola [IIvir(o) III, fla], lo que nos daría un triple duumvirato para este personaje.
         La lectura de la siguiente línea [mini III] no deja dudas sobre el triple desempeño de un flaminado. Corell (1999, 183-184) opina que la lectura del Anónimo de Montfaucon no es más que un desarrollo supuesto por su autor, y que la línea 4 falta desde que el epígrafe es conocido. Este autor afirma que la lectura II vir III fla (aceptada por Rabanal y Abascal, 1985, 218 s., nº 54 y por Abad y Abascal, 1991, 117-118, nº 63) es imposible por falta de espacio, pero una restitución hipotética realizada por nosotros utilizando las mismas letras de la inscripción deja bien claro que, por el contrario, este texto cabe perfectamente en la línea 4 –incluso diríamos que da un mayor equilibrio a la inscripción en el campo epigráfico–, con lo que no vemos motivo para restituir una mención a un único duunvirato [II v(iro), fla], como propone Corell, y dudar de la lectura del Anonymus. En cualquier caso, para la cuestión que aquí nos ocupa, lo de menos es la cantidad de veces que Quinto Manlio Celsino desempeñó el duumvirato: lo realmente significativo es el consenso existente en que la línea perdida menciona este cargo político. En efecto, el flaminado era el culmen del cursus honorum municipal, por lo que es de suponer que, con anterioridad a este sacerdocio, Celsino debió haber alcanzado la responsabilidad de duumvir.
La repetición de cargos, de hecho, responde a lo reducido de las élites locales en ciudades de pequeña entidad como la de Villajoyosa. Es bien sabido que la promoción de homines noui era poco frecuente –aunque más habitual en las provincias que en la propia Roma– (Abascal y Espinosa, 1989, 44).
También la mensa de un macellum local, a la que hemos aludido más arriba, confirma la existencia de una ciudad en el término municipal de Villajoyosa: de hecho, este tipo de construcciones es propio de espacios de carácter público en un entorno urbano.
Distintas razones nos hicieron proponer en nuestra Tesis doctoral (Espinosa 1996a, 735- 736) que esta ciudad se ubicaba en la partida de Torres de Villajoyosa, en el yacimiento que denominamos Torres I, junto al último tramo del río, y a escasa distancia del monumento funerario conocido como Torre de Sant Josep, que pertenecería, según aquella hipótesis, a una necrópolis urbana. El dato sobre el lugar de hallazgo de la mensa del macellum aportado por Escolano, si fuera correcto, dejaría pocas dudas al respecto, pero se trata de una indicación vaga, que no nos parece, por sí sola, lo bastante sólida.
Otros núcleos destacarían dentro de la propia llanura litoral de Villajoyosa: en especial lo que interpretábamos (Espinosa, 1996, passim) como un probable vicus portuario bajo la actual ciudad y otro agrícola unos kilómetros al interior, cerca del propio río de Torres. Sin embargo, como veremos a continuación, recientes hallazgos apuntan a que el núcleo urbano romano corresponde en realidad con el yacimiento sobre el que se alza la actual ciudad de Villajoyosa, y no con el asentamiento de la partida de Torres.
 



Las fotografías adjuntas son:
1ª- Altar romano. Actualmente en la iglesia de La Asunción de La Vila.
2ª- Mesa del mercado de la ciudad romana de Allon. Ejemplar de estas características único conocido en España. (La Vila Joiosa. Arqueologia i museu. Museos Municipales en el MARQ).
3ª y 4ª- Fosa de la trinchera del campamento militar romano que estaba ubicado en el lugar que ocupó el Cine Olimpia.





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