lunes, 20 de octubre de 2014

El manicomio del Doctor Esquerdo en el Paraíso de Villajoyosa



        El Dr. José María Esquerdo y Zaragoza (Villajoyosa 1842- Madrid 1912) fundó en 1877 el Sanatorio Esquerdo de Carabanchel, hospital psiquiátrico que hoy en día continúa en funcionamiento. El Sanatorio fue un proyecto personal y un negocio familiar que emprendió de la mano de su sobrino Santiago Esquerdo, con quien trabajó codo con codo, bajo el único criterio de ofrecer un trato humano a los pacientes.
       El "Manicomio de Carabanchel" estaba compuesto por varios pabellones rodeados de jardines en los que los enfermos podían experimentar la libertad sin dejar de ser atendidos y tratados de sus desequilibrios. Gran parte del personal trabajador, incluido el doctor Esquerdo y su familia, vivían en esa especie de comunidad autosuficiente que se abastecía gracias a sus huertas y granjas. 


        El Doctor construyó en su sanatorio un teatro donde tenían lugar representaciones en las que participaban conjuntamente el personal trabajador, los enfermos y sus familiares. Estaba plenamente convencido del beneficio terapéutico de la sensación de libertad y el buen clima y con este criterio abrió una sucursal del manicomio de Carabanchel en la playa del Paraíso en Villajoyosa.
      Allí llevaba a los enfermos a pasar largas temporadas cerca del mar, lo que le permitió explorar los efectos de los contrastes geográficos y climáticos sobre sus pacientes ya que el tratamiento natural y libre experimentado en El Paraíso de Villajoyosa fue revolucionario en su momento.
        A su muerte, en 1912, dos de sus hijos y su yerno -don Vicente Álvarez Villamil-, todos ellos médicos, continuaron la labor del doctor Esquerdo. Después de la Guerra Civil, la familia, forzada por la circunstancias, apenas pudo mantener una presencia minoritaria como accionista de la nueva “Sociedad Sanatorio Esquerdo S.A.” que pasó a ser dirigida por Juan José López Ibor.



     En el capítulo IV del libro “De Carabanchel al Paraíso (Recuerdos de un manicomio)”, sus autores, dos médicos amigos del Dr. Esquerdo, invitados por éste a visitar Villajoyosa y su manicomio del Paraíso, describen al edificio que albergaba el sanatorio del pueblo natal del famoso psiquiatra. 

--“Hagamos alto y observemos primero aquel edificio que luce dos torreones almenados en su fachada principal. Es una construcción anómala, trasunto de hotel y de castillo, donde todo orden y estilo arquitectónico conocidos han declinado sus reglas ante el gusto y el capricho de su propietario. Tiene ventanas terminadas en ángulo agudo, una puerta con arco ojival rebajado, una escalera exterior, crestería almenada por todas partes... una construcción, en fin, que recuerda otras muchas igualmente abigarradas que se ven en Pau, en las riberas de los pintorescos lagos de Suiza y de Italia, en las estaciones aristocráticas  del golfo de Génova… Esta posesión, con los terrenos que la rodean, se lIama el Paraíso; es como una sucursal del manicomio de Carabanchel, y pertenece al que es director y propietario del referido establecimiento, al Dr. D. José María Esquerdo”.


--“¡EI Paraíso! Realmente, es lujoso y tentador. A la derecha, dos inmensidades que se contemplan mutuamente y se admiran, como diría Alarcón, el mar Mediterráneo, que luce aquí en toda la intensidad  posible el incomparable azul de sus ondas, y el espacio que, envidioso, pide a sus capas de aire el azul más lindo de sus cielos meridionales, y pinta con él la bóveda celeste. La costa, grande y amarillenta, -- a trechos de acantiladas rompientes donde el mar abofetea sin descanso, y a trechos  de agradables playas donde las olas tienden suaves sobre la arena los finísimos encajes de espuma con que adorna sus orillas—forma un golfo, uno de cuyos cabos, el más lejano, exhibe arrogante la silueta del castillo de Santa Bárbara que domina la capital alicantina; y el otro, que se ve ahí, muy cerca, la Mallaeta, sirve también de extremo a la espaciosa playa que hace frente al edificio y dista de él menos de 200 pasos”.


--“…dos anchos paseos sombreados por apretadas palmeras: aquí variedad de árboles, como los naranjos, granados, limoneros, almendros, melocotoneros, higueras, plátanos, alberchigueros, alzan sus frondosas copas sobre un suelo alfombrado con los habares, bellos por su espesura y su fuerte verdor, los guisantales, que engalanan sus hojas con una lluvia de pintadas florecitas; el melonar, que arrastra las hojas anchas y los largos tallos, como si buscaran sitio donde desarrollar dignamente su carnoso y rico fruto, … y otras muchas siembras semejantes. Y si, entre todo esto y en derredor de la construcción principal, se consideran desparramados, por aquí una noria, por allá una torre, más abajo una casita, enfrente otro pabellón, sobre la arena una lancha, por otro lado un grande aljibe, y junto a él un puente de piedra…”.

--“La vida reposada del campo se disfruta aquí en todo su desarrollo”. “…aquí solo se respira ese soplo, alegre y melancólico a un mismo tiempo y a la par sencillo y solemne, que irradian las grandezas de la Creación cuando se presentan  con toda la mayor dulzura y amenidad posibles”.


--“…el perfume de mil plantas como el tomillo y el romero, Ia salvia y el cantueso que exhalan el valle y la sierra, y el azahar de los naranjos que rodean el establecimiento”.
--“Un torrente que, saltando de roca en roca, forma muchísimas cascadas y se bate con el aire sin cesar, suministra el agua a esta propiedad durante épocas determinadas del año, de grande bondad, fresca, cristalina, agradable al gusto y en cantidad suficiente para el consumo de seis u ocho años”.



Fuentes:
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo Histórico de la Fundación Esquerdo.

“De Carabanchel al Paraíso. (Recuerdos de un manicomio)” de Ángel Pulido Fernández y Manuel Tolosa Latour. Madrid, imprenta de Enrique Teodoro. Año 1882.





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