lunes, 25 de septiembre de 2017

Unos pasos en la noche

V relato de “La Barbera. Una burbuja en el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.

A pesar de que los señores ya habían fallecido, Pepica, la guardesa, continuaba viviendo en la zona destinada a la servidumbre, ya que la Sra. Dª. Antonia así lo dijo antes de morir, y así fue hasta que comenzó la reforma (algunos la han llamado rehabilitación) del edificio, en la que, engañada, tuvo que abandonar la casa.
En las estancias de la finca de La Barbera, donde vivía, recibía las visitas de su familia y la de algunas amistades.

                                     La casona de La Barbera

Allá por el año 1994 o quizás fue el 95, el más pequeño de sus nietos decidió quedarse a dormir en lo que él consideraba la casa de la yaya. Su joven tía pasaría la noche en casa de una amiga, por lo que la abuela se encontraba sola y su nieto quiso hacerle compañía.
En el relato anterior, ya anoté cómo era la habitación. No tenía ventanas y la única puerta que daba acceso a ella, casi se alineaba con la única ventana del pequeño salón que era utilizado para todo, incluso a veces para que alguien de la familia durmiera en un pequeño catre allí instalado.

                                             pixabay.com

Era de madrugada y unos pasos despertaron al niño. Éste se mantuvo despierto mientras seguía escuchando las pisadas de alguien que estaba paseándose por el salón, pero ¿quién? ¡Si al mismo tiempo oía los resuellos de su abuela en la habitación contigua!
Se levantó del lecho y con mucho sigilo se asomó al saloncito por la entreabierta puerta. La luz de la luna entraba por la entornada y única ventana. Los pasos seguían resonando delante de él, se alejaban y acercaban, con la mirada los seguía, pero allí no había nadie.

                              caminodesantiagodcr.wordpress.com

El reloj de péndulo que colgaba de la pared junto a la gran chimenea, dio tres toques, señalando la hora de ese instante.
De un salto se volvió a meter en la cama, tapándose hasta la cabeza. Al momento, los pasos se paraban, pero a los pocos segundos volvían a oírse.  Así hasta que amaneció.

                                                  NotiCel

El crío sabía que el reloj de cuco llevaba muchos años estropeado y por lo tanto no funcionaba, pero él oyó sus tres toques. (Muchas fueron las veces que oímos las horas de ese reloj, sabiendo todos que estaba estropeado).
Nunca más volvió a quedarse en casa de la abuela.

                                   Reloj de péndulo de La Barbera

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